Nada existe sin
su ley,
memoria del
nombre mío.
Oh joven corazón
que lates en mi
pecho,
yo quisiera
despedirme
en la brillante
sonrisa del amor...
Reconozco que
existo
en zona
intransitable,
entre el
silencio muerto
y el follaje del
mundo.
Puede que el ave
que una vez soñó
esté abatida
en algún lugar
desplumado.
Entre mi voz y
yo
hay espacio
inabarcable;
necesito una
señal,
la brújula de mi
padre
con su hilillo
de luz
y su aroma a
romero.
Todo existe por
algo —me digo—.
Nada ocurre por
nada —me insisto—.
En la cumbre de
mí,
de improviso
relampaguea
una espiga y da
un salto,
desaparece ante
mis pies
en la aventura
de los caminos.
El ocaso se
rompe
y me cubro de
dudas,
pero dentro de
mí
toda ley se
rebela
como el león
ante
el fuego del circo.
Allí donde los
olivos
dan sombra al
agua,
la belleza y la
pena
se
reencuentran...
¡Asciendo por ti
campo soñado!
De mis huesos ya
brota
un color
incipiente.
¡Es un beso sin
jaula
con su pájaro
vivo!
Clarisa Tomás Campa
Escritora
española
https://clarisatomascampa.blogspot.com/
📷 de Internet
(ante cualquier
advertencia
será retirada de
inmediato)