Para que tú me
oigas
mis palabras
se adelgazan a
veces
como las huellas
de las gaviotas en las playas.
Collar, cascabel
ebrio
para tus manos
suaves como las uvas.
Y las miro
lejanas mis palabras.
Más que mías son
tuyas.
Van trepando en
mi viejo dolor como las yedras.
Ellas trepan así
por las paredes húmedas.
Eres tú la
culpable de este juego sangriento.
Ellas están
huyendo de mi guarida oscura.
Todo lo llenas
tú, todo lo llenas.
Antes que tú
poblaron la soledad que ocupas,
y están
acostumbradas más que tú a mi tristeza.
Ahora quiero que
digan lo que quiero decirte
para que tú las
oigas como quiero que me oigas.
El viento de la
angustia aún las suele arrastrar.
Huracanes de
sueños aún a veces las tumban.
Escuchas otras
voces en mi voz dolorida.
Llanto de viejas
bocas, sangre de viejas súplicas.
Ámame,
compañera. No me abandones. Sígueme.
Sígueme,
compañera, en esa ola de angustia.
Pero se van
tiñendo con tu amor mis palabras.
Todo lo ocupas
tú, todo lo ocupas.
Voy haciendo de
todas un collar infinito
para tus blancas
manos, suaves como las uvas.
Poeta chileno
📷 fotografía del autor
tomada de
Internet
(ante cualquier advertencia
será retirada de inmediato)


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